Río Consulado

Río Consulado

Río Consulado es una herida recta que atraviesa el norte de la ciudad. Bajo sus carriles veloces y su tráfico constante corre el recuerdo de un río verdadero, uno de tantos que fueron entubados para dar paso al concreto. Aunque invisible, su cauce sigue acompañando la vida urbana, esa que cuenta con mercados llenos de voces, colonias que respiran entre avenidas, ciclovías que cruzan el asfalto, gente que va y viene, a veces con calma, a veces con prisa. Su nombre todavía guarda un eco de agua, como si bajo el pavimento susurrara un cauce silencioso que, sin que lo notemos, sigue empujando a la ciudad hacia adelante.

La avenida funciona como una arteria vital y acelerada, metáfora del progreso que sacrificó la naturaleza por la eficiencia. La furia del claxon y el resplandor de los faros han reemplazado la quietud de la ribera, pero la memoria geográfica persiste. Los desniveles y los puentes que cruzan el Viaducto no son solo estructuras viales, también marcan los lugares donde el agua fluía y las chinampas florecieron. En las horas pico, la congestión se transforma en un caudal lento y denso, irónicamente similar a una inundación.

El Río Consulado entubado nos recuerda que la ciudad no elimina su pasado...solo lo encapsula. El río sigue dictando la geografía, ahora subterránea, invisiblemente firme. En esa tensión entre el cauce contenido y la avenida desbordada se revela la compleja historia de la movilidad y la adaptación de la Ciudad de México, una ciudad que corre sobre sus recuerdos, pero nunca los olvida.

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