El Sol de Kiyoshi Takahashi

El Sol de Kiyoshi Takahashi

En el paisaje urbano del sur de la Ciudad de México, una escultura blanca sigue girando en la memoria colectiva: dos esferas seccionadas, suspendidas en el tiempo, que simulan moverse cuando el auto avanza. 

Se llama Sol, y fue creada en 1968 por el artista japonés Kiyoshi Takahashi como parte de la Ruta de la Amistad, esa constelación de monumentos que celebraron los Juegos Olímpicos desde una visión de modernidad y diálogo internacional.

Fabricado en Japón con el mismo cuidado con que se talla una escultura, lleva en su diseño la idea de movimiento contenido, de energía que permanece. Su forma minimalista es una reminiscencia de la estética nipona, donde la simplicidad es un camino hacia la profundidad. Sin embargo, su propósito era global: conectar culturas a través del arte monumental. 

Sol fue restaurada y preservada en su primera etapa gracias al aliento conjunto de numerosas instituciones, como si muchas manos se unieran para proteger la llama de una memoria compartida.

Tras su reubicación, volvió a alzarse con dignidad renovada en 2013, cuando el entonces embajador nipón, Shuchiro Megata, encabezó su reinauguración. En ese acto simbólico, lo esencial fue mantener viva su alma, sin permitir que el paso del tiempo desdibujara su origen.

Después de dar vida a Sol para la Ruta de la Amistad, Takahashi halló hogar en la ciudad de Xalapa, Veracruz. Allí, entre nieblas y montañas, se sumergió en los ecos del México prehispánico, para luego volcar su espíritu en el florecimiento del arte moderno del país.

Hoy, a más de 50 años de su creación, el blanco inmaculado de este grandioso Sol irradia una quietud que contrasta con el caos de la ciudad y sin duda es un punto de referencia que evoca una época de optimismo y cooperación.

Back to blog