Chac Mool

Chac Mool

Por Iván Del Rivero

Una figura imponente te recibe en la penumbra solemne de la Sala Maya del Museo Nacional de Antropología. Reposa con dignidad, el rostro girado hacia la eternidad, y sobre su vientre, un recipiente que un día albergó ofrendas sagradas. Es el Chac Mool, guardián inmóvil de un pasado vibrante y lleno de misterio.

Su hallazgo, en 1875, fue obra de un aventurero extranjero: Augustus Henry Julius Le Plongeon, quien lo descubrió en las ruinas de Chichén Itzá, entre escombros cubiertos por la selva. Le Plongeon, fotógrafo y aficionado a las teorías esotéricas, creía que el Chac Mool representaba al legendario continente de la Atlántida. Quiso llevarlo a la Exposición Universal de Filadelfia como prueba de sus teorías, pero el gobernador de Yucatán reclamó la escultura para la nación mexicana, entendiendo su valor simbólico y patrimonial.

A pesar de las presiones del explorador, el Chac Mool fue confiscado y enviado a la capital donde comenzó su nuevo destino, el de convertirse en un soporte esencial de nuestra herencia cultural, un símbolo tangible del vínculo entre el mundo prehispánico y la identidad contemporánea de México, que aún resuena en nuestras raíces más profundas. 

Hoy, su figura silenciosa interpela profundamente a miles de visitantes, despertando asombro, respeto y una conexión íntima con nuestras raíces. Nos recuerda la complejidad, espiritualidad y grandeza de las civilizaciones originarias, cuyos ecos aún habitan entre nosotros. El Chac Mool, con su gesto enigmático y su eterna vigilia, es testimonio vivo de una cosmovisión ancestral.

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