Tacubaya

Jorge Pedro Uribe Llamas

Existe un libro cuyo título resume muy bien el devenir histórico de esta zona a 10 kilómetros al sur poniente del Zócalo: Tacubaya: de suburbio veraniego a ciudad (Unam, 2007) de Sergio Miranda. Otras obras, como el tomito que escribió Guillermo Tovar en la adolescencia, el tabicón de Antonio Fernández del Castillo y Quintas de Tacubaya (2011) parecen coincidir en lo mismo: Tacubaya (originalmente Atlacuihuayan, "lugar donde se toma el agua", según una interpretación) solía ser mejor antes, cuando aún era villa, y bastante famosa por su agradable clima. Así, tendemos a añorar la gran casa de Manuel Escandón Garmendia; la de los Barron, que más tarde perteneció a Ignacio de la Torre; la Mier y Pesado, de fachada pallatina... Los apellidos elegantes del temprano Porfiriato. Cuando se acostumbraba decir: "Por mal o bien que te vaya, siempre Tacubaya". Ni modo, ese no es el Atlacuihuayan que nos tocó vivir. Ya no hay portales ni románticos tranvías. Sin embargo sobreviven el magnífico convento dominico; la otrora iglesia dieguina, convertida en Museo Nacional de la Cartografía; el estupendo restaurante Casa Merlos, de barrocos moles, a espaldas del antiguo palacio archiepiscopal; los portentos arquitectónicos de Luis Barragán; el Molino de Santo Domingo (fraccionado a partir de 1908); el Parque Lira junto a la Casa de la Bola, comenzada a construir en el siglo XVI... Asimismo las colonias San Miguel Chapultepec y Escandón, el art déco de Juan Segura, la estación de bomberos decimonónica, las cantinas tradicionales... Nuestra historia tiene mucho que agradecerle a este conjunto de barrios y pueblos tasajeados por el metro, las enormes avenidas, la multitud indiferente. En ellas seguimos tomando el agua. Oyendo a La Maldita Vecindad. Honrando a los primeros pobladores aztecas, avecindados aquí desde 1276, y a los Mártires de Tacubaya en la achicopalada Alameda. Viendo de frente como lo hace el Edificio Ermita entre dos grandes avenidas. No conviene habitar en el pasado, esta ciudad se mira mejor a color. Y vaya que hay color en Tacubaya, asimétrico recordatorio de que no hemos dejado de avanzar y transformarnos. Vaya como nos vaya.

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